jueves, 7 de julio de 2011

“Analista de ética”

Angel Novus, espantado por un analista de ética...

Sí, sí, leyó bien, no es una tomadura de pelo. El tema menos específico que existe, la ética, que atañe a todo ser humano por el hecho de “ser” persona, ya tiene su cargo tecnocrático para buscarle la quinta pata al gato… Señoras y señores, con ustedes el “analista de ética” o, si desea darle mayor pedigrí, puede decirle: ethics analyst or ethics counsel, como le dicen.

Para los vejetes que nacimos entre 1965 y 1970 la palabra analista tiene una resonancia cartesiana, una temperatura gélida, dada por su promesa de aplicar la racionalidad a lo real hasta volverlo, a pesar de sus pelos, defectos e impurezas, en algo tan aséptico y conceptual que puede ser presentado en cualquier folletín institucional sin causar náusea alguna entre el distinguido público. Y claro, el país donde brota el analista de ética por vez primera es, al parecer, en los Estados Unidos. En Chile, que no soportamos que los gringos nos lleven la delantera y tratamos de reciclar todos sus inventos (un caso es twitter que, en nuestro terruño, canaliza gran parte del debate político cuando, seguro, fue pensado para redes sociales más informales), no tardamos en naturalizar el mentado concepto a la remolienda criolla y, sin decir agua va, ya tenemos nuestros regios (as) “analistas de ética”. Eso sí, estos analistas sí que tienen campo laboral, no como los criminólogos-de-la-hermenéutica-zodiacal que tuvieron su auge y caída durante el antiguo régimen concertacionista. ¿Y dónde trabajan estos señores? Preguntará un distraído… En las consultoras de RSE (Responsabilidad Social Empresarial), un ejemplo: la empresa Gestión Social, uno de los tentáculos de nuestro entrañable Eugenio Tironi, dedicado a asesorar, entre otras empresas, a Hidroaysén, según oportuna revelación twittera de Patricio Navia, cuenta con tres de estas brillantes profesionales.

¿Qué nos pasa que nos estamos comprando esta neo-lengua que intenta disfrazar con glamour la precariedad laboral? El caso de una Isapre es para llorar a gritos: a las personas que reembolsan los gastos médicos las llaman “consultoras cajeras”. Sin embargo, el caso del “analista de ética” es lo más grave, pues encierra una ideología torva en su interior. De partida, presupone que los problemas éticos son asuntos casi ingenieriles susceptibles de ser optimizados, como quien optimiza el uso de combustible en un proceso productivo. Según esta visión, ingenua e interesada a la vez, en los conflictos éticos no existe la tragedia que nos lleva a optar entre dos valores relevantes en pugna, a cambio de ello, apuesta a una dieta baja en calorías que consiste en conjugar los intereses de una empresa con los valores de una comunidad hasta llegar a una combinación óptima que haga que cierta inversión sea tolerable para el grupo humano afectado y, más importante todavía, rentable para los inversionistas comprometidos (aquí, en el caso de Hidroaysén, nuestros “analista éticos” han fallado sistemáticamente). Que quede claro, no critico este ejercicio de lograr transacciones aceptables entre valores y rentabilidad, creo que es una disyuntiva inevitable de la vida humana, solo reprocho la carencia de autenticidad y coraje para llamar las cosas por su nombre y, en cambio, recurrir a embellecimientos inútiles. No lo hago por una manía ética, sino estética, pues el resultado de esos “embellecimientos” son verdaderos esperpentos que rebajan la dignidad de los involucrados.

Esto de reconocer la tragedia implícita en todas las decisiones humanas es indispensable en la actual coyuntura, pues ni los grandes inversionistas ni los más alternativos ecologistas están dispuestos a aceptarla. El caso de los primeros ya lo vimos y, respecto de los segundos, el asunto no es menos patético: apuesto diez contra uno a que la mayoría de los que marchan contra Hidroaysén no están dispuestos a rebajar demasiados kw/hora en su estilo de vida. Quieren un mundo con producción limpia, pero olvidan que sus mp3, i-pods, i-pads, celulares, redes y computadores necesitan de muchas centrales termoeléctricas chinas, a cochino carbón, para alimentar esta fenomenal, esta maravillosa “fiesta de las redes” que vive el planeta.

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